
Hace tiempo, en
las escuelas se enseñaba que había distintas
razas humanas y combinaciones de éstas. Negra, amarilla, blanca
y cobriza eran algunos de los nombres que se usaban para distinguirlas.
Vaya tontería porque, además, ninguno de los colores
a los que se hacía referencia correspondía con exactitud
a la tonalidad de la piel. Hubo también nomenclaturas que, en
sí mismas, llevaban una carga de desprecio que mucho tenía
que ver con el grupo humano que las propuso. Así todavía
encontramos libros que hablan de “negroides”, “mongoloides” y caucásicos.

Antonio Julián Martínez Fuentes.- Bueno, los
descubrimientos paleoantropológicos confirma la hipótesis que el hombre
moderno surgió en África hace más de 150 000 años, sus características
le permitieron salvar numerosos obstáculos y fue progresivamente
colonizando el resto de los continentes. Al tiempo que ocurría esta
expansión geográfica tuvo lugar un proceso no menos complejo de
diversificación morfológica y fisiológica derivado de la adaptación a
los diferentes ambientes que iba conquistando y, surgía así una aparente
paradoja: todos los seres humanos somos muy parecidos pero al mismo
tiempo muy diferentes.


A muchos ya no les hace gracia. Y es que no debe hacernos gracia, pues
en realidad, no tiene mucho sentido. Esta semana se celebraba el famoso Día de la Raza y yo recordé que en el colegio me decían que en este día conmemorábamos el encuentro de las tres razas que se encontraron el día en que Cristóbal Colón descubrió a América.

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